viernes, 20 de abril de 2007

Los cordobeses viven la muestra en salas y en foros



Fiesta Nacional del Teatro. El tramo final incluye obras de Córdoba, Misiones, San Luis, San Juan, Corrientes, Catamarca y Buenos Aires. El nivel es desparejo, pero el público responde con entusiasmo.

Mediodía en la plaza 25 de Mayo. Un contingente de checos filma y se detiene en el grupo colorido que ocupa un banco: actores cordobeses asociados por la Fiesta Nacional. A la pregunta: "La Fiesta ¿sí?, la Fiesta ¿no?", coinciden en que el espacio debe mantenerse y mejor en varios sentidos. Los actores rescatan la posibilidad de encuentro con otros elencos de las regiones y coinciden en que sin Fiesta, esa comunicación sería imposible. Operativamente es muy difícil unir el país. Maximiliano Gallo, que tuvo un encontronazo con el público de José María Muscari en el foro donde se analizó Cotillón, plantea por qué un grupo de Santa Fe invita a Muscari para mostrar una obra al estilo del director porteño.

El desmontaje de obras es una de las actividades que ocupa a los teatreros por la mañana. "Lo actoral es un reflejo: te das cuenta de que el interior sigue mirando Buenos Aires, y Buenos Aires, a Europa", comenta Maxi a La Voz del Interior, invitada a la fiesta por Instituto Nacional de Teatro. Los demás consideran que Córdoba tiene identidad, aunque hayan llegado a La Rioja obras muy diferentes entre sí.

"La Fiesta legitima el trabajo que hacemos. Poder encontrarnos es buenísimo", señalan. Para Rodrigo Cuesta, resulta interesante la mirada de los actores sobre espectáculos de diferentes procedencias. "Sirve para afinar el trabajo de cada uno. En cuanto a la dinámica de la Fiesta, que se reduce a producir y mostrar, creo que no termina de trascender. En algunos casos los actores están muy expuestos arriba del escenario y no hay una instancia posterior a la crítica. En el debate, cada uno se queda con lo que ya sabe", completa Mariel Bof.

En tanto Lucía Pihen reconoce las ventajas de sentarse a charlar con sus pares y verificar que existen en casi todas partes los mismos inconvenientes, las mismas formas de encuentro, más allá de las elecciones estéticas. "Eso permite profesionalizarse y entender esta profesión", dice Bof. "Este es un espacio de goce, en el que estamos juntos", agrega Eva Bianco.

Para Cuesta, después de tanto esfuerzo para armar un espectáculo, llegar a la Fiesta es un premio que hay que disfrutar. Además de las ventajas en las que hubo acuerdos, queda para la discusión la posibilidad de hacer de la Fiesta, un evento más atractivo; acordar nuevos cachet para los grupos y entablar, alguna vez, una comunicación más directa, con los miembros del Consejo de Dirección del Instituto Nacional, que trabajan a puertas cerradas y no evalúan el buen rédito de un plenario, aprovechando la circunstancia infrecuente de una reunión tan amplia. Reconocimiento, continuidad y comunicación son ejes de la demanda.

Silencio, hospital. Anoche fue el turno de El tamaño del miedo, por El Cuenco; esta noche La Lid presenta Nursing, elemental manual de procedimientos, obra que coordinó Roberto Videla. El director, ex LTL, fundador de Fra Noi y El Cuenco llegó a La Rioja para acompañar la función de las actrices que desarrollaron la obra como trabajo de producción de cuarto año de la carrera de teatro de la UNC. En algún sentido, Nursing... le recuerda momentos como el de Contratanto, en los ´70, o La yegua de la noche, con El Cuenco. "La obra ha recorrido un camino propio, y comenzó con una investigación minuciosa de las chicas", comenta Roberto. Naty Díaz explica que el germen de la obra estuvo en plantear un vínculo claro; en este caso, laboral y entre enfermeras de un tiempo preciso: los años 50 en Argentina, cuando Eva Perón profesionalizó la enfermería y la carrera tuvo salida laboral.

"Recopilamos narraciones orales de enfermeras de la época; leímos el manual de procedimientos, pero queríamos mostrar algo más", dice Naty. "La obra hace foco en el cotidiano de tres enfermeras, en el trato a los pacientes y el amor a la profesión. Las actrices rescataron mobiliario del viejo hospital de Punilla, la Colonia Santa María", señala el director. Naty hizo una excursión al sótano del hospital y recogió material precioso para la puesta: carros de comida, chatas, cajas de instrumental, libros de registro.

"Las actrices fueron construyendo la dramaturgia con mi supervisión y la de Rodrigo Cuesta. Para mí el trabajo era mostrar el pulso interior de todo eso; alcanzar una coincidencia en el estilo desde las acciones del cotidiano. La obra transita un realismo exasperado y el hecho de que haya permanentes acciones, le dan un carácter de extrema genuinidad. Ahí estuvo la coincidencia sostenida por esos objetos originales. La puesta no es naturalista; la ruptura viene por el lado del melodrama, como resbalones hacia la sorpresa. Yo sentía que algo estaba faltando. Primero no se animaban a explotar; había resistencia al melodrama, pero después funcionó", comenta Videla que recuerda la recepción entre los enfermeros que vieron la obra y se sintieron ese reconocimiento. "Día y noche trabajan en la contención del enfermo y el que se lleva el regalo es el médico", dice Naty. La actriz, junto a Fernanda Tarletta y Nora Cerro descubrió ese mundo e inició exitosamente el camino de La Lid.

Una noche más. La noche del miércoles transcurrió con algunos inconvenientes de organización y el calor que dejó en evidencia la necesidad de infraestructura adecuada. Lo insólito de la velada fue la doble función de la obra de Omar Pacheco, Del otro lado del mar. El director de nivel internacional jerarquizó la Muestra, planteado desde el teatro de imágenes que desarrolla con precisión cinematográfica desde hace 20 años. El robo de una consola de luces retrasó el armado de la compleja puesta, de manera que la segunda función comenzó casi a las 2 de la mañana. Pacheco mezcla el teatro negro, la danza contemporánea y el registro onírico con un elenco exquisito en cuanto a entrenamiento y expresividad.

"Mi futuro es mi próximo deseo", advierte la voz al iniciar el espectáculo diseñado desde los estímulos visuales y sonoros. La metáfora de la libertad cruza espadas y no poco dolor con las acechanzas que movilizan a unos personajes en espejo, evanescentes, poderosos en el supremo instante. La eternidad "chiquitita" también fue el estímulo de Carlos Gorostiza cuando escribió Aeroplanos.

Dos amigos de la tercera edad conversan sobre la línea del tiempo: aquello que fueron y permanece en la memoria; los achaques presentes y el futuro de no ser. La puesta que llegó de Misiones de la mano de Luis Andrada respetó el texto original y permitió el lucimiento de dos actores dúctiles, como son Guillermo Fascetto y Hugo Gómez Demaio. La sala del Nuevo Teatro los aplaudió de pie. Emocionante, si se tiene en cuenta que en la platea había muchos adolescentes y público adulto de todas las edades. El buen teatro sigue en manos de los buenos actores, más allá de las estéticas y los hallazgos experimentales.

Fuente: www.lavoz.com.ar

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